Viernes, 16 Junio 2023 07:13

1. La Eucaristía, memorial de la Pascua del Señor

Antoine Ndong, SSS. 
Roma, Italia, 8/8/2022. 

Texto original en francés.

 

Introducción

La Pascua es una de las fiestas más significativas y populares del año judío. De hecho, en la tarde del decimocuarto día del mes de Nisán, cuando la luna estaba llena, los israelitas inmolaban el Cordero Pascual y aplicaban su sangre al dintel y a las jambas de la puerta de la casa donde se iba a comer el cordero, como se atestigua en el capítulo 12 del libro del Éxodo. Nuestro enfoque consiste en partir de la celebración de la Pascua judía y llegar a la Pascua cristiana. Y así mostraremos el vínculo entre la Pascua judía y la Pascua cristiana, único acontecimiento de salvación para la humanidad.

 

1. El memorial judío

Para el pueblo judío, el memorial es una promesa sagrada dada por Dios a su pueblo. El pueblo está llamado a preservarlo como su tesoro espiritual por excelencia. Para ello, este memorial implica una continuidad, una permanencia misteriosa de las grandes acciones divinas conmemoradas por las fiestas[1]. En efecto, como actualización en el presente de un acontecimiento a través de un signo particular, el memorial tiene tres características principales según Servigny. Entre ellas figuran:

- Es un signo en el presente que actualiza un acontecimiento pasado.
- Es la prenda de la fidelidad de Dios a sus promesas.
- Nos conduce hacia un futuro mejor[2].

Por este motivo, la celebración de este memorial pascual debe repetirse cada año. Y con este fin, se dice:

Este será un día memorable para vosotros; en él celebraréis fiesta en honor del Señor. De generación en generación, como ley perpetua lo festejaréis. Observaréis la fiesta de los Ácimos, porque este mismo día saqué yo vuestras legiones de la tierra de Egipto. Observad ese día, de generación en generación, como ley perpetua, cf. Ex 12, 14.17.

Así pues, los israelitas tienen el deber de guardar el recuerdo de este día y celebrarlo de generación en generación. Sin embargo, como esta Pascua es una institución, el Señor dijo a Moisés y a Aarón: “Esta es la ley de la pascua: ningún extranjero la comerá. Circuncida a los esclavos que te hayas adquirido y solo entonces podrán comerla”, cf. Ex. 12,43. 44. El memorial permite a quienes lo celebran insertarse en el acontecimiento que se conmemora.

Además, como dice Louis Bouyer, es la base de una súplica confiada para que la virtud inagotable de la Palabra que otorgó los prodigios de Dios en el pasado los renueve y acompañe en el presente. Por eso en el memorial el pueblo repetirá siempre esta palabra: “Acuérdate de nosotros Señor”[3].

Para ello, el mismo Señor ya lo recomendaba, diciendo: “Ese día se lo explicarás a tu hijo así: ‘Esto es por lo que el Señor hizo por mí cuando salí de Egipto’”, cf. Ex 13,8. Así, además de la obligación de recordar la salida de Egipto, existe también la obligación de relatar las maravillas realizadas por el Señor en la noche del seder (la cena pascual). La liberación de Egipto, la entrada en la tierra prometida y la instalación en ella son etapas de un mismo proceso.

La celebración anual de esta Pascua es el medio por el que cada judío toma conciencia de su inserción actual en la vida y la misión del pueblo liberado. Anticipa así, en una oración de esperanza, la realización final y perfecta de esta liberación[4]. Por lo tanto, cada israelita debe verse a sí mismo como salido de Egipto y liberado de la esclavitud. Debe recordar que está libre de la esclavitud. Debe servir continuamente a la obra redentora y fundamental de Dios[5]. Por eso dirá el salmista: “Repaso los días antiguos, recuerdo los años remotos; de noche lo pienso en mis adentros, y meditándolo me pregunto…”, cf. Sal 77,6-7. Y Max Thurian lo subraya cuando afirma que “el memorial se convierte así en una forma superior de sacrificio, un sacrificio plenamente integrado en la Palabra y en la acción de gracias que suscita como respuesta”[6].

En efecto, a través del memorial cada judío es consciente de su inserción actual en la vida y la misión del pueblo y anticipa en una oración de esperanza la conclusión de esta misión. Con la celebración del memorial, el pueblo judío tiene en sus manos los dos extremos de la cadena de su historia:

- Participa con gratitud en los acontecimientos por los que Dios hizo nacer al pueblo y su misión, llevándolo de la esclavitud a la libertad.
- Celebra en esperanza la feliz conclusión de esta misión, cuyo cumplimiento aceleró su compromiso personal[7].

El memorial judío incluye no sólo la liberación del pueblo en Egipto, sino también todos los acontecimientos relacionados con ella y narrados en el Pentateuco, tales como

- La acción liberadora de Dios en favor de su pueblo.
- El don de la Torá en el Sinaí.
- El don de la tierra prometida que es como un nuevo paraíso[8].

Es el medio por el que los judíos participan agradecidos en los acontecimientos a través de los cuales Dios dio origen al pueblo y a su misión haciéndole pasar de la esclavitud a la libertad. Así dirá Yahvé: “Cuando el día de mañana te pregunte tu hijo: “¿Qué son esos estatutos, mandatos y decretos que os mandó el Señor, nuestro Dios?”, responderás a tu hijo: “Éramos esclavos del faraón en Egipto, y el Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte. El Señor hizo signos y prodigios grandes y funestos contra el faraón y toda su corte, ante nuestros ojos. A nosotros nos sacó de allí, para introducirnos y darnos la tierra que prometió con juramento a nuestros padres” (Deut. 6,20-23). Por eso, el pueblo ve en el memorial las maravillas de Dios en la creación y reconoce en él el signo eficaz de la perpetua actualidad en ella de sus maravillas y de un modo particular de su cumplimiento escatológico.

A los ojos del pueblo, el memorial tiene un gran significado histórico, religioso, social, familiar y agrícola.

No es sólo un acontecimiento ritual esencial de ciertos sacrificios, sino lo que da el sentido final a todo sacrificio. Es una institución, establecida por Dios, dada e impuesta por Él, a su pueblo, para perpetuar eternamente sus intervenciones salvadoras. El memorial no sólo asegura subjetivamente a los fieles su eficacia permanente, sino que ante todo les asegura esta eficacia como prenda que pueden y deben representar para él, prenda de su propia fidelidad.

En resumen, podemos decir que una lectura atenta de las Sagradas Escrituras nos permite descubrir el importante lugar que ocupa el memorial de la Pascua en el Antiguo Testamento.

En efecto, a lo largo de la historia de la salvación, Dios recuerda su Alianza y sus promesas. Y por su parte, el pueblo elegido siempre está llamado a recordar los beneficios y las maravillas de Dios. La Pascua judía es el memorial de la liberación por la que Dios rescató a su pueblo de la esclavitud del Faraón. La cena pascual es el memorial que atestigua la permanente realidad para Israel de los hechos divinos[9].

Por medio de Moisés, Dios había ordenado a los israelitas que conmemoraran cada año su liberación de Egipto con una ceremonia especial, comiendo sólo pan ácimo (sin levadura) durante siete días, Éx 12,15. El sacrificio del cordero era el memorial de la fe del pueblo y su sangre era un recordatorio del ángel exterminador que libró a los israelitas de la ira de Dios. El sacrificio del cordero pascual se refiere a los primogénitos y, a través de ellos, a todo el pueblo y a toda la creación[10]. En efecto, el memorial en el Antiguo Testamento está lejos de ser un simple recuerdo de acontecimientos pasados, es una actualización de las maravillas de Dios realizadas en el pasado y que encontrarán su pleno cumplimiento principalmente en el misterio pascual de Cristo.

 

2. El memorial cristiano

El texto paulino es el documento más antiguo sobre la celebración eucarística. Nos dice que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía”. Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía” (cf. 1Cor 11,23-25).

La Iglesia, fiel a su Señor, está llamada a reiterar todos los gestos y las palabras que Jesús realizó y pronunció en la Última Cena. Al celebrar la Eucaristía, es consciente de que Cristo está siempre presente, siempre vivo en su cuerpo. Ella renueva constantemente el sacrificio de la cruz. La Iglesia es consciente, al celebrar la Eucaristía, de que Cristo está siempre presente y siempre vivo en medio de ella. Con la celebración de la Eucaristía renueva constantemente el misterio de la pasión, muerte y resurrección de su Señor y espera su retorno glorioso.

La celebración de la Eucaristía no es un simple recuerdo del pasado, sino una actualización de la pasión, muerte y resurrección de Cristo por la fuerza del Espíritu Santo. Al celebrar la Eucaristía, cada fiel debe estar convencido de que es hoy cuando Cristo murió y resucitó por él y por la salvación de toda la humanidad.

La Eucaristía es memoria de la Pasión del Señor, que se actualiza mediante la oración y la celebración litúrgica en la vida de los cristianos y los proyecta hacia el retorno glorioso del Señor. La liturgia eucarística es, por tanto, memoria de los misterios de la salvación realizada por Cristo, tal como nos la presentan los Evangelios, memoria que no es un simple recuerdo del pasado, sino una actualización por la fuerza del Espíritu Santo que actúa mediante la fe y la caridad.

Esta actualización pone en el creyente la semilla de una vida nueva y la alimenta para que se desarrolle en el corazón y en la acción fraterna. Como memorial, la Eucaristía se proyecta de alguna manera por la fe hacia el retorno de Cristo en una actitud de vigilancia en la oración y en la acción, una vigilancia que conserva el peso de la actualización por la toma de conciencia de que el Señor ya está presente en nosotros por su Espíritu, por su gracia, por su Palabra y sus sacramentos[11].

La celebración del Misterio Pascual permite a la Iglesia actualizar el misterio de la muerte de Cristo y entrar activamente en la Nueva Alianza. La Iglesia manifiesta así el sentido del destino humano reconciliado con Dios y lo hace presente en la comunidad concreta que celebra el misterio[12].

El memorial cristiano, realizado mediante la anamnesis del Cuerpo partido y de la Sangre derramada, efectuada en el pan y en el cáliz, es una realidad objetiva que a la vez hace presente para nosotros la gracia redentora y, a partir de ella, nos presenta a Dios para que podamos estar seguros de agradarle. Es el encuentro con Dios, Maestro de la historia, que ha intervenido como sujeto activo en el desarrollo de nuestra historia.

“El memorial es una prenda simbólica, dada por la Palabra divina que realiza en la historia las maravillas de Dios, prenda de su presencia continua, siempre activa en nosotros y para nosotros que captamos por la fe. En la Antigua Alianza, la Pascua seguía presente en cada una de sus celebraciones litúrgicas renovadas, porque en ella se perpetuaban el descenso y la intervención divinos, apoderándose del pueblo para rescatarlo de la ignorancia y de la muerte, con vistas a la plenitud de este pueblo”[13].

Gracias al memorial, la Pascua de Cristo se cumple y perpetúa en la historia hasta su regreso glorioso. Permite situar la Pascua cristiana en la continuación de la Pascua judía. Así como la Pascua judía era el memorial de la Pascua histórica del éxodo, la Pascua cristiana es el memorial de la Pascua de Jesús, es decir, su paso de este mundo a su Padre[14].

La Pascua de la Antigua Alianza encontró su propio cumplimiento en la Pascua de Cristo: el pan y el cáliz de la Eucaristía son el memorial de Cristo[15]. El misterio de la vida, muerte y resurrección de Jesús es la forma del memorial que anuncia el acontecimiento cristiano original. Jesús hizo de la cena eucarística el memorial del misterio de la cruz. Dando gracias con Él, por medio de Él, por su Cuerpo partido y su Sangre derramada, que nos son dados como sustancia del Reino, presentamos a Dios este misterio ahora cumplido en nuestra Cabeza, para que tenga su cumplimiento último en todo su Cuerpo[16].

El memorial cristiano es a la vez profético y cultual, en la medida en que nos proyecta hacia la escatología y nos vincula al pasado, es decir, al acontecimiento del pasado, la muerte y resurrección de Cristo: “Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva” (1Cor 11,26). Permite a la Iglesia proclamar de modo eficaz y efectivo la obra de redención realizada por Cristo.

El elemento fundador de la Eucaristía cristiana se encuentra en la Última Cena: aquel día el Señor Jesús tomó el pan, lo bendijo y dijo a sus discípulos que lo tomaran y lo comieran, porque es su Cuerpo, y luego, al final de la comida, tomó el cáliz, dio gracias y se lo dio, diciendo que lo tomaran y lo bebieran, porque es el cáliz de la Alianza en su sangre, y luego les mandó que hicieran esto en memoria suya. A través de esta acción, Jesús estableció un modelo para que nosotros hagamos lo mismo, y en eso consiste la Eucaristía: obedecer el mandato de Cristo, hacer lo que él mismo hizo[17].

Por último, podemos decir que el memorial cristiano es una obediencia de fe al mandato de Jesús: “Haced esto en memoria mía” (Lc 22, 19).

Consta de tres elementos principales:

- El signo eucarístico dado en la Última Cena, modo sacramental del sacrificio.
- La realidad de la Alianza en su sangre donde Cristo está presente en el acto de la cruz.
- El don de su gracia hasta que venga[18].

Al celebrar la Eucaristía memorial de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, revelamos la omnipotencia del amor de Dios, que, lejos de ser un poder de aplastamiento y dominación, es un poder de amor que no se deja vencer por ningún paroxismo del mal. En la celebración del memorial eucarístico, Dios, recordando su Alianza, pide al hombre que haga lo mismo. La Eucaristía es el memorial de la Pascua del Señor, que se actualiza mediante la oración y la celebración litúrgica en la vida de los cristianos y los proyecta hacia el retorno glorioso de su Señor.

La liturgia eucarística es el memorial de los misterios de la salvación realizada por Cristo, tal como nos la presentan los Evangelios. La Eucaristía, como memorial de la Pascua del Señor, es a la vez profética y cultual, porque nos proyecta hacia el futuro y nos vincula al pasado, es decir, a la pasión-muerte y resurrección de Cristo. “Porque cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor hasta que Él venga” (1 Co 11,26). Mediante el memorial eucarístico, la Iglesia proclama eficazmente la obra de salvación realizada por Cristo.

La celebración eucarística es una obediencia de fe al mandato del Divino Maestro: “Haced esto en memoria mía”.

La Pascua de la Antigua Alianza era el memorial del paso de la esclavitud a la libertad, mientras que la Pascua de la Nueva Alianza es el memorial del paso del Señor de este mundo a su Padre, de la victoria de la vida sobre la muerte.

El memorial de la Pascua judía hacía revivir a los invitados la experiencia de la liberación de Egipto y anunciaba la liberación última y definitiva en el Reino. Jesús inscribió esta celebración pascual en el misterio de su pasión, muerte y resurrección.

Con la celebración de la Pascua de la Antigua Alianza, el Pueblo elegido esperaba su liberación definitiva, mientras que con la celebración de la Nueva Alianza, la Iglesia está llamada a revivir el Misterio Pascual mientras espera el retorno glorioso de su Señor.

El memorial eucarístico es una respuesta de amor, de acción de gracias y de obediencia de fe. Y de esta obediencia de fe brota la plena realización de la ofrenda eucarística de Jesús, que es para todos los que comulgan fuente de la propia entrega al Padre y a los demás, hasta la entrega total y definitiva de ellos mismos.

 

[1] Cf. BOUYER L., Eucharistie. Théologie et spiritualité de la prière eucharistique, Ed. Desclée Paris 1963 p. 88.

[2] DE SERVIGNY G., La théologie de l’Eucharistie dans le concile Vatican II, Ed. Téqui, Paris 2000 p. 67.

[3] Cf. BOUYER L., Eucharistie. Théologie et spiritualité de la prière eucharistique, Ed. Desclée Paris 1963, p. 88.

[4] Cf. MICHEL-JEAN Ch., La Pâque du Christ et la nôtre: l’Eucharistie, Ed. Cerf, Paris 1981, p. 26.

[5] Cf. MESSNER R., « La liturgie de la Parole pendant la messe: L’anamnèse du Christ mise en scène » en La Maison-Dieu 1 (2005) 93-109, p. 95.

[6] THURIAN M., L’eucharistie, mémorial du Seigneur, sacrifice d’action de grâce et d’intercession, Deschaux, Neuchatel 1959, citado por BOUYER L. Eucharistie. Théologie et spiritualité de la prière eucharistique, Ed. Desclée, Paris 1963, p. 88.

[7] MICHEL-JEAN Ch., La Pâque du Christ et la nôtre: l’Eucharistie, Ed. Cerf, Paris 1981, p. 27.

[8] MESSNER, R., « La liturgie de la Parole pendant la messe: L’anamnèse du Christ mise en scène » en La Maison-Dieu 1 (2005) 93-109, p. 97.

[9] BOUYER L, Eucharistie. Théologie et spiritualité de la prière eucharistique, Ed. Desclée, Paris 1963, p.449.

[10] RATZINGER J., L’esprit de la liturgie, Ad Solem, Ed. Genève 2001 p. 33.

[11] SERVAIS TH. P., La prière chrétienne, Ed. Universitaire, Fribourg, 1989, p. 84.

[12] TIHON P., « Théologie de la prière eucharistique » en Assemblée du Seigneur. Deuxième série n°1 (1968) 33-93 p. 93.

[13] BOUYER L., Eucharistie. Théologie et spiritualité de la prière eucharistique, Ed. Desclée, Paris 1963, p. 452.

[14] CANTALAMESSA R., Le mystère pascal, Ed. Salvator, Paris 2000,p. 79.

[15] BOUYER L., Eucharistie. Théologie et spiritualité de la prière eucharistique, Ed. Desclée, Paris 1963, p. 450.

[16] BOUYER L., Eucharistie. Théologie et spiritualité de la prière eucharistique, Ed. Desclée, Paris 1963, p. 449.

[17] MAZZA E., L’action eucharistique, Ed. Cerf, Paris 2005, p. 13.

[18] DE SERVIGNY G., La théologie de l’Eucharistie dans le concile Vatican II, Ed. Téqui, Paris 2000, p. 70.

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