Miércoles, 23 Mayo 2018 14:26

25 de mayo de 1845 - Padre Eymard durante una procesión de Corpus Christi en San Pablo en Lyon

[Domingo, 25 de mayo de 1845] - Corpus Christi

Tuve el gran honor de llevar el Santísimo Sacramento a San Pablo, y mi alma estaba feliz. Ella fue penetrada por la fe y el amor a Jesús en su divino Sacramento. Aquellas dos horas me parecieron solo un momento. Puse a los pies de Nuestro Señor la Iglesia, Francia, los católicos, la sociedad, a mí. ¡Qué suspiros, qué lágrimas, ¡cómo estaba mi corazón bajo la presión! Cómo me hubiera gustado en ese momento tener en mi corazón todos los corazones. ¡El celo de San Pablo!

Esto es lo que le prometí a Nuestro Señor.

Desde el comienzo de este mes, siento en mí una gran atracción hacia Nuestro Señor, pero nunca la había sentido tan fuerte. Esta atracción me inspira en mi predicación, en los consejos piadosos, para llevar a todos a conocer y amar a Nuestro Señor, a predicar solo a Jesucristo y a Jesucristo Eucarístico. Ya lo he hecho muchas veces, ya sea en confesiones o en muchas instrucciones y Nuestro Señor ha bendecido su palabra. Esto es lo que prometí a Nuestro Señor con todo mi corazón y mi alma. Es una resolución bien firme, será el objeto ahora de todas mis oraciones, de todos mis deseos. Le demandé a Nuestro Señor el espíritu de las Epístolas de San Pablo, este gran amante de Jesucristo. A partir de hoy, comenzaré a leerlas, al menos dos capítulos al día. Tomé a San Pablo como mi Protector y patrono en este nuevo tipo de apostolado, y mi buena Madre para iniciarme en el espíritu de su Hijo divino y personificarlo en mí. ¡Oh Dios mío! Qué felicidad si mereciera escuchar de tu boca estas palabras a Santo Tomás el Angélico: ¡Tu de me bene dixisti, Petre!

Tu sabes, ¡oh mi Dios! mi oración durante tu triunfo, Pater qui es in cælis5. Lo renovaré a menudo. ¡Oh! ¡Cuánto bien me hizo ella!

(NR 27,3)