Viernes, 20 Noviembre 2020 10:16

Un misionero en el Senegal

Estamos en un periodo crítico de pandemia, y, a pesar de todo, he conseguido tomar vacaciones para descansar un poco. Los contactos personales son pocos pero puedo escribir con el ordenador. Estoy en África, exactamente en el Senegal, desde 1981, y aquí la Iglesia crece en medio de una población musulmana en el 90%. Gracias a Dios vivimos en paz y tratamos de ser fermento en la masa. Nuestra Congregación del Santísimo Sacramento abre este año dos nuevas comunidades: Una en Guinea Bisao y la otra en Gandiaye, en la diócesis de Kaolack donde uno de nuestros padres, el Padre Martin Tine, ha sido nombrado obispo últimamente.

En África el número de cristianos aumenta y existen también numerosas vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa. Cuando yo llegué al Senegal, teníamos solamente un religioso SSS, actualmente somos unos treinta y solamente somos dos italianos. Demos gracias a Dios que hace oír su voz en todos los continentes para que podamos avanzar a la luz de su Palabra y reconfortados por el Pan de Vida. A partir de este año, por el hecho de que los religiosos disminuyen en Italia, nuestros religiosos de África animarán también nuestra parroquia de los Santos Mártires Canadienses en Roma. Hemos partido para ir a África, ahora los africanos vienen a ayudarnos. Esperemos que este intercambio de dones sea fructífero.

Abrir nuevas parroquias en medio de la gente pobre nos permite constatar que Dios realiza maravillas en medio de ellos. Tengo una historia que contarles a propósito de este hecho. En nuestra misión de Marsassoum, numerosos jóvenes, provenientes de distintos pueblos, venían a menudo al colegio. Dos de ellos nos pidieron que fuéramos a su pueblo de Kikiako, a una distancia de 30 km. Porque sus familias podrían hacerse cristianas. Nos decidimos a ir en coche, dos sacerdotes y dos jóvenes. La pista estaba casi impracticable. Una vez allí, intentamos presentarnos: los jóvenes traducían en su idioma, pero nadie entendía quiénes éramos. Existe mucho paso en los pueblos: protestantes, miembros de sectas, ONG, … pero nosotros ¿quiénes somos? No teniendo más explicaciones que dar, yo mismo y mi hermano religioso senegalés, el Padre Yves, nos sentamos pensativos. Me vino a la mente una inspiración, me levanté y dije: somos la Iglesia de Juan Pablo II. Inmediatamente todos se levantaron llenos de entusiasmo y nos dijeron: es esa Iglesia la que nosotros queremos, es esa la verdadera Iglesia. Unos años antes, Juan Pablo II había hecho una visita al Senegal y todo el mundo, a través de las radios locales, estaba informado. Les hemos, pues, anunciado que íbamos a empezar el catecumenado de tres años para ser cristianos. Para empezar, hicimos el signo de la cruz: todos lo hicieron con mucho respeto, aunque aún no conocieran su significado. Vean cómo esa gente necesita conocer a Dios que es un Padre desbordante de misericordia hacia todos. A lo largo de esas pistas, tras tres años de ruta, el chasis del coche se rompió en dos y precisamos de medios de transporte: bicicletas, moto y coches para continuar.

Algunos de nosotros recorren largas distancias para anunciar la buena nueva a los pobres, otros, sobre todo en la ciudad de Dakar, se consagran al ministerio de la oración, de la escucha, estar disponibles para el sacramento de la confesión. Nuestras iglesias están siempre abiertas y son un lugar donde encontrarse con el Señor en la adoración del Santísimo Sacramento y recibir consuelo y paz. Hay muchos jóvenes universitarios de diferentes países francófonos: vienen a menudo a la iglesia, para reunirse y orar. Uno de ellos, al finalizar sus estudios, antes de volver a su país, a Gabón, vino a saludarme y me dijo: siento de verdad abandonar esta Iglesia, en mi vida ya no volveré a encontrar una Iglesia como esta, siempre abierta, con sacerdotes siempre disponibles para la acogida. Volvió a su país, a su casa, pero nunca olvidará la experiencia de su encuentro con el Señor durante sus estudios en Dakar.

Les invito a todos a colaborar con esta obra de evangelización para que los jóvenes, tan numerosos en África, se preparen para vivir y promocionar una vida más digna para su país. En este mundo, sacudido por la injusticia y el egoísmo, rogamos para que reine el amor y la alegría que el Señor resucitado quiere dar a todos los pueblos.

En nombre de mis hermanos, les doy las gracias a todos los que nos apoyan en esta obra de evangelización y de formación de religiosos. Como ustedes saben, mandar a los jóvenes a la escuela durante varios años, para que reciban una buena formación, representa un coste.

Para inscribir a un joven seminarista en la escuela de filosofía y teología, el coste por año es de 950 €. Esta escuela donde también enseño yo, se llama Centro San Agustín. Tenemos de media 7-8 estudiantes para los 3 años de filosofía. Las comidas y el alojamiento de nuestros aspirantes corren a cargo de nuestras dos parroquias de Dakar.

13 de octubre de 2020

Padre Alessandro Bianchin, sss
Superior, Dakar-San José de Medina

Modificado por última vez en Viernes, 20 Noviembre 2020 11:11