Viernes, 13 Noviembre 2020 09:28

La historia de la Agregación (continuación)

El Concilio Vaticano II (1962-1965) aportó cambios enormes a la Congregación del Santísimo Sacramento. Afectaron significativamente a la manera de entender de la comunidad la Misa, la adoración y cómo estas dos importantes facetas de su misión se relacionaban entre ellas. Esto dio nueva forma al sentido y objetivo de la Congregación y finalmente al modo en que los laicos serían asociados con ella. Los religiosos de la Congregación se enfrentaron al reto de repensar el carisma del Fundador, San Pedro Julián Eymard. El periodo de renovación que siguió fue un tiempo turbulento a la vez para la Iglesia universal y para la Congregación. Fue una lucha más bien polémica a propósito de las ideas de lo que significaba reformar y cómo interpretar el carisma del Fundador para los tiempos modernos.

Quizás el cambio más significativo consistía en relación a la Eucaristía. El Concilio situó en efecto la Eucaristía en el centro de la Iglesia y de su misión, y también en el centro de la vida espiritual de los católicos. El énfasis en la adoración perpetua cambió. Todas las devociones, incluida la adoración, debían ser consideradas como fluyendo de y orientándose a la Eucaristía.

Como hemos visto, la misión primordial era promover la adoración. Al redescubrir al Padre Pedro Julián Eymard, estaba claro que él buscaba a la vez “contemplativos y apóstoles, adoradores y luchadores, expandiendo la Eucaristía por todas partes para dar a conocer a nuestro Señor, amarlo y adorarlo en todos los lugares (Retiro de Roma, 25 de marzo 1865). Cuando la nueva Regla de Vida fue aprobada por Roma en 1984, la primera misión de la Congregación era la siguiente:

“Nuestro ideal es vivir plenamente el Misterio de la Eucaristía y revelar su significado, para que llegue el Reino de Cristo y se manifieste en el mundo la gloria de Dios” (Regla de Vida, 1). La Regla proseguía declarando: “Siguiendo al Padre Eymard, nuestra misión es la de dar respuesta al ansia de los hombres, a partir de las riquezas del amor de Dios manifestadas en la Eucaristía. Viviendo del pan dado para la vida del mundo, anunciamos en la acción de gracias [es decir, la oración Eucarística] la Pascua de Cristo y acogemos al Señor Jesús en su presencia eucarística mediante una oración prolongada de adoración y de contemplación.” (Regla de Vida, 3). En otras palabras, lo que celebramos en la Eucaristía lo contemplamos en adoración para responder a las necesidades de nuestro mundo.

Durante los casi 20 años que siguieron al Concilio Vaticano II, los miembros de la Congregación discutieron y estudiaron, oraron y discernieron, buscando entender la renovación litúrgica que estaba en marcha. Como comunidad Eucarística, la tarea estaba clara: llegar a un acuerdo sobre lo que significaba para la misión de la Congregación, hacer de la Eucaristía el núcleo central de su vida y misión, como “la fuente y el culmen de la vida de la Iglesia”.

Y así hubo una nueva orientación en la misión de la Provincia de Santa Ana. En su capítulo de 1990, los religiosos se pusieron de acuerdo en ensanchar su focalización: “hacer que las riquezas del amor de Dios manifestadas en la Eucaristía en colaboración con el laicado”. Dos años más tarde, el programa “Life in the Eucharist” (LITE = La vida en la Eucaristía) fue creado.

30 de septiembre de 2020

El Centro para la Evangelización Eucarística
Cleveland, Ohio