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Martes, 21 Julio 2020 10:01

Una Cuaresma y una Pascua marcadas por el sufrimiento y la muerte

La pandemia del coronavirus ha flagelado a todo el mundo y, como bien sabemos, también a Italia y más precisamente a Lombardía, que es el territorio más castigado. En particular la provincia de Bérgamo ha sido uno de los epicentros de esta terrible enfermedad que trajo sufrimiento y muerte. Nuestra comunidad de Ponteranica no se salvó de esta experiencia. Numerosas residencias de personas mayores han conocido una fuerte difusión del virus que, en presencia de otras patologías, ha provocado varios decesos. En efecto, nuestra comunidad está configurada principalmente como casa de acogida para nuestros religiosos mayores y enfermos, al igual que la pequeña comunidad de hermanas SSS presentes aquí.

Los primeros signos, que no fueron bien interpretados, aparecieron en la segunda mitad del mes de febrero cuando el p. Remo Rota comenzó con un poco de fiebre que poco a poco fue en aumento hasta un nivel muy elevado con escalofríos. El 28 de febrero lo llevaron a urgencias con sospechas de malaria, por el hecho de que acababa de regresar de un viaje por África con el Provincial. Tras una noche en el hospital, el resultado de malaria siendo negativo, salió del hospital, pero el contagio en la comunidad estaba probablemente ya activo. En la mañana siguiente, domingo 1 de marzo, el p. Andrea Agazzi tenía una fuerte crisis. Después de ayudarle a recomponerse, al subir las escaleras se oyó una petición de auxilio: era el p. Vitale Chiarolini que durante la noche se había caído a causa de la neumonía ya en curso, y al caerse, había perdido mucha sangre. Llamamos inmediatamente a una ambulancia que le condujera a la Clínica Gavazzeni. Unos días más tarde recibimos confirmación de que era positivo por coronavirus.

Los días siguientes fueron verdaderamente difíciles: uno tras otro varios padres de la comunidad empezaron a caer enfermos con fiebre y dificultades respiratorias. Algunos, por estar más débiles, se caían durante la noche y nos parecía oírles siempre gritar: ¡auxilio! Los padres encamados en la enfermería también han soportado el peso de esta situación difícil e inquietante, ante la cual nos sentíamos impotentes. La situación empeoró con la enfermedad del personal de servicio en las diferentes necesidades de la casa o del carácter de positivo por coronavirus de sus familias: la cocinera, los empleados de la lavandería y del ropero, el personal de la cooperativa que se ocupa de la asistencia a los religiosos mayores. Eso ha hecho más difícil la gestión de la casa y los cuidados de los hermanos que necesitaban una asistencia constante para sus necesidades diarias.

Cuando algunos estaban superando la fase de fuerte fiebre, poco a poco la situación se agravó, en primer lugar para el p. Benedetto Crotti que falleció el 8 de marzo, luego para el p. Remo que seguía con fiebre y una insuficiencia respiratoria cada vez peor que nos obligó a pedir su hospitalización. Querría subrayar lo difícil que resultaba, en medio de la urgencia sanitaria, solicitar un traslado al hospital, pues solamente los enfermos graves pero con esperanza de seguir en vida, eran aceptados, lo que hizo que dos padres no fueran siquiera llevados a urgencias. Era también dramático en ciertos momentos ver que los medicamentos y el oxígeno faltaban; en un momento dado nos hemos encontrado con una bombona para dos personas, pero por suerte, uno de ellos fue luego después hospitalizado.

Mientras la situación de los padres Cirillo Cheza y Andrea Agazzi se agravaba, el 13 de marzo el hermano Giambattista Tasca era ingresado en el hospital Ponte S. Pietro. Tras la muerte del p. Crotti, en pocos días los padres Remo, Andrea y Cirillo nos dejaron. El p. Remo falleció en el hospital el 17 de marzo y regresó a la comunidad en su ataúd, sin ninguna posibilidad de volver a ver su rostro familiar, los demás se fueron apagando lentamente en sus camas (el p. Andrea el 16 y el p. Cirillo el 18 de marzo). Para ninguno de ellos ha sido posible celebrar los funerales en presencia de su familia y amigos; la inhumación se desarrolló de forma estrictamente privada, como establece la ley.

Después, la situación de la comunidad comenzó a mejorar un poco. Lentamente, el resto de los religiosos enfermos se fue recuperando, aunque la enfermedad deje su huella a través de una debilidad física e incluso una cierta confusión mental. Todavía estaba en el hospital el hermano Giambattista cuyo estado era grave debido también a complicaciones renales, y el p. Vitale, que mejoró algo, y fue trasladado para la rehabilitación a la Clínica Quarenghi de S. Pellegrino. Llegó luego la Semana Santa, la celebración del Triduo Pascual se desarrolló de una forma reducida y siempre sin la participación del pueblo. La alegría pascual, unida a la esperanza de una mejora progresiva, fue bruscamente interrumpida por la noticia de la muerte en el hospital del hermano Giambattista el 13 de abril. Nadie había podido visitarlo a partir del momento de su hospitalización, y para él también no hubo más que una celebración comunitaria, un saludo y la inhumación en presencia de algunos familiares en la capilla de los Padres SSS en el cementerio de Ponteranica.

Esta situación difícil no ha desaparecido, es preciso mantenerse vigilante y seguir las reglas sanitarias que nos imponen la distancia social y la utilización de dispositivos de protección. Ante esta situación verdaderamente dramática, nos gustaría expresar nuestro caluroso agradecimiento a todos los que nos han ayudado en esos días difíciles, con el riesgo de poner en peligro su vida: en primer lugar a la doctora María Teresa Lorenzi, desde siempre tan cercana de nuestra comunidad y que, contrariamente a los numerosos médicos que contestaban a nuestras preguntas por teléfono, no ha dejado nunca de visitar a nuestros enfermos. A continuación, al personal de nuestra cooperativa, a nuestra cocinera Michela, a los padres que han asistido al personal sanitario en los diferentes servicios y a la asistencia nocturna. Y finalmente a nuestras hermanas que han aportado una preciosa contribución en sus servicios de cocina y lavandería. Muy particularmente, nos gustaría evocar el recuerdo de la señora Carla que trabajó en nuestra comunidad durante largos años y que fue víctima de esta enfermedad y no ha sobrevivido.

Hemos recibido numerosas expresiones de amistad y de solidaridad y el apoyo de la oración.

Hemos vivído una Cuaresma muy particular, marcada por el sufrimiento, por la muerte y por la perplejidad. La celebración de la Pascua del Señor nos ha ayudado a iluminar con la fe este momento difícil para encontrar de nuevo las dimensiones importantes de la vida. La certeza de que “¡el Señor está verdaderamente resucitado!” Tal como lo canta la liturgia de ese tiempo, nos dice que la muerte está vencida y nuestros hermanos difuntos reposan en paz y participan ya en el gozo que nos ha prometido.

Pero esta situación de urgencia nos ha ayudado también a redescubrir el valor de las personas y, en particular, la fuerza, la valentía y la generosidad de numerosos médicos, enfermeros, voluntarios… a menudo sin el aprecio que se merecerían. Si, como nos ha recordado Jesús, lo que cuenta es la caridad y la solidaridad hacia los más débiles, ¡son ellos los que nos han dado una gran lección! No son los discursos, las palabras de circunstancia o la exposición mediática lo que salva al mundo, sino el hecho de hacerse cargo del bienestar de los demás arriesgando la propia vida.

22 de abril de 2020

Padre Guglielmo Rota, sss
Superior local