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Martes, 12 Febrero 2019 11:26

Discurso de despedida

Estos día me he dicho a mí mismo que es más fácil llegar a un lugar que partir, sobre todo cuando uno se ha quedado durante 11 años. 11 años es una parte importante de una vida. Hace algún tiempo, alguien me ha recordado que cuando llegué aquí era el más joven de la comunidad, no llevaba gafas, los cabellos blancos eran raros; ahora gasto gafas y la nieve ha teñido mis cabellos de blanco.

Cuando llegué, no tenía ni idea de lo que me esperaba. No sabía que existía la parroquia con sus 44 campanarios y que mi misión consistía en dar a luz a un centro de espiritualidad en torno a san Pedro Julián Eymard.

He vivido años intensos, me he comprometido de lleno, con todas mis energías. He dado mucho. Creí en el proyecto sobre el padre Eymard. En cuanto a la parroquia siempre he intentado aportar mi contribución. En los comienzos colaboré con la capellanía, pero después la pastoral de la salud ocupó un lugar importante.

Pero he recibido mucho; he aprendido mucho. He visto hacerse realidad lo que dice Jesús en el evangelio: “Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo” (Lc 6,38). Me voy con el regazo bien lleno de todo lo que me habéis aportado en humanidad, amistad y vida espiritual.

La Mure PBarbiero3Estos días oigo a la gente decirme: “Ha hecho usted mucho, padre”. Sí, es cierto. Pero debo decir con toda sinceridad que he podido hacer lo que he hecho porque Dios siempre ha puesto en mi camino a las personas necesarias en el momento oportuno y, las personas conocidas han aceptado acompañarme y ayudarme con sus habilidades.

Dar nombres siempre es arriesgado, pero no puedo evitar ese riesgo. Cuando se ha tratado de poner en orden la Casa Eymard encontré una gran colaboración en André Escallon y Jean Vigna. Cuando se trataba de programar y realizar la Expo encontré a Jean-Pierre y Anne-Marie Sappey. Cuando se trataba de fundar la asociación “Los amigos del padre Eymard en Matheysine” ahí estaba la presencia de Marcel Delay y de Brigitte Cassard. Cuando llegó el momento de renovar la Capilla Eymard, allí estaba la aportación de Alain Cassard y de muchas otras buenas voluntades. Y la lista podría continuar para citar a todos los que, de una u otra manera, han colaborado en todas las manifestaciones que implicaban al padre Eymard, (pienso en particular en la Expo y en la Casa Eymard).

Lo que yo haya podido hacer os pertenece. El camino está abierto, os toca continuarlo y abrir otros caminos nuevos. San Pablo escribía a los Corintios: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que da el crecimiento: Dios (…) Somos colaboradores de Dios y vosotros un campo que Dios cultiva, una casa que Dios construye” (1 Cor 3,6-9).

Me voy con la riqueza aportada por varias personas que ya están junto a Dios. Su recuerdo me acompañará. Aquí también corro el riesgo de dar nombres: Marcel Delay, Monique Royer, Huguette Savin, Bernard de la Fayolle, Louise Tadiello, Lino Donati, Gisèle Michon, Jacqueline Del Cros, Florent Prieur, Theodora, André y Geneviève Hostache.

Hay también otras personas que llevaré conmigo, estarán en mi oración, pienso sobre todo en los enfermos, en particular en Ginette Moutin, Gina Verdin, Odette Procura, Jacques Hacquart, Marcel Zayer … y en los amigos de la Sézia (Anne-Marie De Noni).

He compartido mi camino con el padre Jean-Claude, el padre Dominique, el padre Armand, el padre Vergel, el padre Alain, el padre Julian y el padre Martin. Hoy dirijo un mensaje de aliento a los hermanos que han aceptado comprometerse con respecto a la parroquia y al centro de espiritualidad: aceptad el reto de trabajar aquí, en el país del padre Eymard, con las personas que viven en esta región. No faltarán dificultades, pero tendréis también gozos y sorpresas en abundancia.

Alguien ha escrito: “rehusar amar por miedo a sufrir, es como rehusar a vivir por miedo a morir” (Jim Morrison). No temáis, dad todo lo que podáis dar. El céntuplo que Jesús promete en el evangelio a los que abandonen todo por él se ha hecho realidad. Evidentemente, hoy tengo como la impresión de “perder” ese céntuplo para iniciar otra misión y esta “pérdida” no va sin sufrimiento. Pero hay que avanzar, es nuestra vida como religiosos.

Allí donde voy ya no estaré en parroquia, sino en una casa de espiritualidad en Toscana, una región de Italia. Tenemos un gran convento (más de 50 habitaciones individuales) donde acogemos a sacerdotes, religiosos, grupos parroquiales, laicos, parejas y familias para retiros espirituales, jornadas de profundización y de formación. Será otro tipo de vida, pero aprovecharé la experiencia adquirida aquí.

Estos días he recibido muchas expresiones de agradecimiento por vuestra parte. Os doy las gracias a cada uno y a cada una, doy las gracias a todos los que, en el silencio y la discreción, me han ayudado y me han brindado favores. Habéis confiado en mí. Gracias.


de P. Manuel Barbiero, sss