Miércoles, 09 Mayo 2018 10:26

13 de mayo de 1856

El 13 de mayo, martes de Pentecostés, el P. Eymard se presentó en el arzobispado hacia la una y media para recibir la respuesta. Se encontró allí con el padre De Cuers que con el mismo interés esperaba la decisión adoptada. De hecho la respuesta fue negativa. El arzobispo, se había manifestado contrario a la obra por estimarla inoportuna. Ambos visitantes esperaban el momento de ser invitados a entrar en el despacho del obispo auxiliar. Y luego todo dio un giro imprevisto. Pero dejemos la palabra al mismo P. Eymard:

"Estábamos en el vestíbulo, cuando el arzobispo, que nunca acompaña a sus visitantes tan lejos, se vio en cierto modo obligado a ir por cortesía hasta la escalinata, en atención al almirante de Parceval que se despedía. A volver, ve a los dos sacerdotes y se dirige a ellos: "¿Quiénes sois vosotros? – Dos sacerdotes forasteros. – ¿Qué deseáis? – Monseñor, esperamos a Mons. de Trípoli. – Pero bueno, prosiguió con vivacidad Mons. Sibour, lo que hace aquí Mons. de Trípoli, puede hacerlo también el arzobispo. ¿Qué queréis?"

Entonces expuse cuál era la respuesta que íbamos buscando. "¿Usted es un sacerdote marista? - Si, Monseñor. – Mons. de Trípoli me ha puesto al corriente, continuo Mons. Sibour... ¡Oh! no ... Es puramente contemplativo ... No estoy por esas cosas... ¡No, no! "

Repuse ardorosamente: "Pero, Monseñor, Su Excelencia se equivoca sobre nuestro fin. No es una Congregación puramente contemplativa. Adoramos sí, pero queremos también hacer adorar. Tenemos que ocuparnos de la primera comunión de los adultos. Queremos incendiar las cuatro esquinas de Francia, y primero de París que tiene tanta necesidad".

Al oír estas palabras el rostro del arzobispo se iluminó súbitamente. "¡La primera comunión de los adultos! -exclamó-. ¡Ah! es la obra que me falta, la que yo quiero."

Parecía entusiasmado.”

El arzobispo llevó al P. Eymard y al padre de Cuers a la sala del Consejo, en la que estaban reunidos Mons. de Trípoli y el Sr. Carrière, Superior general de la Compañía de San Sulpicio. Propuso la obra elogiosamente. La autorizó y lo aprobó. "Desde hoy sois mis hijos", les dijo. Y los bendijo efusivamente.

 

André Guitton, L’Apôtre de l’Eucharistie, 2012