El 18 de abril, en la acción de gracias de la santa Misa se apodero de mí se apoderó de mí de repente un grande sentimiento de gratitud y de amor a Jesús, y de decirle: "¿Podría yo hacer algo grande por vos?" Y la idea suave, sosegada, pero fuerte y viva de entregarme al Santísimo Sacramento me hacía feliz, de pedir para ello autorización, de buscar los apoyos necesarios y de constituir la gran obra de la Adoración perpetua, de impulsar la fundación de la orden religiosa del Santísimo Sacramento.¡Idea maravillosa!, ¿no es así, hija mía? ¿No es sorprendente que desde la fundación de la Iglesia la santa Eucaristía no haya tenido su cuerpo religioso, su guardia, su corte, su familia, como han tenido su corporación religiosa los demás misterios de Nuestro Señor para honrarlos y predicarlos? Y me parecía estar dispuesto a hacer cualquier sacrificio por Jesús en el Santísimo Sacramento.